Aventurarse en las hurañas cimas custodiadas por la estatua infinita de la nieve trae sus consecuencias. Y más si dicha incursión se realiza con una total falta de respeto por tan celosa custodia. El castigo, obvio. Una atroz legión de virus y bacilos campando por todo el organismo y con posiciones reforzadas en cabeza, nariz, garganta y articulaciones.
Así las cosas y, a la vista de semejante estado de postración, experimento que te crió. Hoy, "reflejos del atardecer en una copa de vino" (vacía, eso sí, que si no el Frenadol no hace efecto)
A vuestra salud, compañeros
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